Nacido en Albacete el 4 de mayo de 1999, Alfonso González Martínez, a quien el
fútbol y la costumbre llaman simplemente Alfon, es uno de esos jugadores
moldeados por la paciencia, el coraje y la persistencia silenciosa. En las
vastas llanuras manchegas, donde el viento no encuentra resistencia, comenzó a
formarse un extremo que aprendería pronto a moverse como el aire: escurridizo,
veloz, difícil de atrapar.
Su historia no comenzó bajo los focos, sino en los campos de tierra del
Albacete Balompié, donde siendo aún juvenil ya dejaba ver destellos de algo
distinto. Tenía 17 años cuando debutó con el filial, un 21 de agosto de 2016,
en un partido que terminó en derrota ante el Atlético Tomelloso. No hubo épica
en ese comienzo, pero sí una semilla sembrada en tierra firme. Apenas unas
semanas más tarde, el 9 de octubre, marcó su primer gol con el equipo B, en
otra derrota, esta vez ante el Toledo "B". No importaba el resultado: Alfon ya
había aprendido que el camino se forja incluso en las tardes tristes.
Ese
mismo año, el 14 de mayo, llegó su debut con el primer equipo del Albacete en
Segunda B. Entró en el minuto 72 en un empate sin goles frente al Real Madrid
Castilla. Fue apenas un instante, pero bastó para encender la llama de un
sueño más alto.
Uno de sus primeros partidos con el Celta B en Barreiro
Celebrando uno de sus goles en el triunfo del filial en Riazor
Alfon no tomó atajos. Su ascenso fue una sucesión
de estaciones, cada una con sus lecciones. En agosto de 2018, fue cedido al
Internacional de Madrid, en la Tercera División. Otro entorno, otra camiseta,
otro campo por conquistar. Regresó al Albacete al cabo de un año, y el club,
reconociendo su madurez, le ofreció una renovación hasta 2022. Pero los
caminos del fútbol son más anchos de lo que parecen, y el suyo lo llevó de
nuevo lejos: cesión al Getafe B, esta vez en Segunda B.
El 21 de
agosto de 2020 se haría oficial su llegada al Celta, que incorporaba a un
extremo con alma de poeta, capaz de girar en una baldosa y romper el ritmo del
partido con un solo toque. Los que lo conocían decían de él que estaba llamado
a llegar al primer equipo, pero su comienzo fue en el filial.
En Vigo, donde la brisa del Atlántico peina las gradas de Balaídos y los
sueños se mecen con acento celeste, llegó un manchego con la humildad en los
ojos y el desborde en los pies. Alfon aterrizó primero en el Celta B, pero no
tardó en hacerse notar. Sus primeras asistencias fueron promesas, y su primer
gran acto, un poema de rivalidad.
Su debut en Primera fue ante el Villarreal
Antes había debutado en Copa, en Ibiza
Era 13 de diciembre de 2020 cuando se encendió por primera vez su nombre en la
memoria del celtismo. El filial visitaba Riazor —escenario mítico, nido del
eterno rival— para enfrentarse al Deportivo de La Coruña. Pocos testigos en
las gradas, sombras de una pandemia que silenciaba estadios, pero no
corazones. Y en ese silencio, Alfon habló con goles: dos mazazos certeros que
helaron al deportivismo y que lo elevaron, por primera vez, a la categoría de
héroe.
Aquel día abrió su cuenta goleadora con el Celta B. El
melón, como él mismo diría, estaba abierto. Y con cada tanto fue tallando un
perfil que llamó pronto la atención de Eduardo Coudet. El técnico del primer
equipo le dio su primera convocatoria en Copa, luego minutos en Liga ante el
Ibiza y el Villarreal, en partidos amargos para el Celta, pero dulces para el
recuerdo personal de quien empieza a escribir su historia.
Con el
filial firmó una temporada prometedora: 4 goles, 3 asistencias y la sensación
de que algo más podía brotar si se le regaba con paciencia. Tanto fue así que
el club ejecutó su opción de compra: 250.000 euros que lo hicieron,
oficialmente, celeste.
En su segunda campaña en Vigo se destapó como goleador
Regreso triunfal al Fortuna: 15 goles y 7 asistencias
La temporada 2021-22 fue de consolidación en
el Celta B, aunque el primer equipo se volvió un lugar lejano. Jugó 35
partidos, marcó 8 goles, asistió en 2, y pareció tocar un techo invisible. Su
contrato decía que debía ascender al primer equipo en verano de 2022, pero el
hueco no existía. Se marchó cedido al Racing de Santander, en busca de minutos
que no encontró. Apenas 8 partidos. Luego el Real Murcia, donde la luz volvió
tímidamente, pero sin el brillo que lo había definido en Vigo.
En
el verano de 2023, cuando muchos habrían mirado hacia otro lado, Alfon decidió
volver a empezar, regresando al Celta Fortuna —el nuevo nombre del filial—
bajo el mando de Claudio Giráldez. Pocos movimientos tan sabios ha visto el
fútbol reciente. “Estoy encantado de ayudar a los más jóvenes”, dijo, sin pose
ni vanidad.
Y ayudó. Vaya si ayudó. Se convirtió en el
alma del equipo. Capitán sin brazalete, faro en medio del juego. Cerró la
temporada con 15 goles y 7 asistencias en 40 partidos, llevando al Celta
Fortuna a soñar con el ascenso. Sus goles no bastaron ante el Málaga, pero su
legado quedó sellado: tercer máximo goleador en la historia del filial, solo
por detrás de Borja Iglesias y Goran Maric. Un nombre para ser recordado.
Celebrando un gol en Balaídos junto a Iago Aspas
Midiéndose al Villarreal en La Cerámica
Parecía
que la historia llegaba a su fin. No había sitio en el primer equipo, y su
contrato llegaba a su último año. Pero algo se torció —o se enderezó— cuando
Claudio Giráldez, su viejo aliado, fue ascendido al banquillo del primer
equipo. Alfon fue uno de los seis canteranos que iniciaron la pretemporada. Y
desde los amistosos del verano empezó a dejar claro que no era una opción de
relleno, sino una solución latente. El extremo que pedía el entrenador ya
estaba en casa.
Su debut esa temporada, el 26 de agosto de 2024
ante el Villarreal, fue sobrio pero esperanzador. Luego llegó noviembre, y con
él, el despegue. Contra el Barcelona, entró desde el banquillo, marcó el 1-2,
y encendió una remontada memorable en Balaídos. Semanas más tarde, firmó un
doblete en Copa ante el Racing de Santander, en el mismo césped que un día no
lo supo entender.
Uno de sus mejores goles se los marcó a la UD Las Palmas en Balaídos
En su despedida logró la clasificación europea en Getafe
A partir de entonces, el nombre de Alfon empezó a
repetirse con fervor en el celtismo. Goles, asistencias, abrazos a su
entrenador, pero el fútbol es un juego de silencios, y
mientras los rumores crecían, él seguía respondiendo con fútbol. En
marzo se supo por boca de Marco Garcés, director deportivo del Celta,
que la renovación iba “por buen camino”. En abril, la noticia
estalló: Alfon firmaría por el Sevilla. Él lo negó. Claudio lo
defendió. Y en
el campo, respondió con un gol ante el Mallorca que desató una
remontada vital
para la clasificación europea.
Siguió sumando, incluso ante la Real
Sociedad, en un partido que dejó al Celta a las puertas de Europa. Pero el
final ya estaba escrito. El 30 de junio, Alfon se despidió del celtismo con
una frase sencilla y sincera: “Este escudo lo llevo guardado para siempre en
mi corazón”. Se marchó con 27 goles y 12 asistencias en 92 partidos
con el filial, y 8 goles y 5 asistencias en 32 partidos con el primer equipo.
Cinco años de historia. De crecimiento, tropiezos, goles y regreso. De
silencios rotos con regates. De humildad convertida en legado.
Y el
1 de julio de 2025, el Sevilla lo anunció como nuevo jugador. El ala celeste
se tornaba rojiblanca. Alfon, el que encendía la banda, abría un nuevo
capítulo. Pero su historia en Vigo ya había sido escrita en tinta indeleble,
entre el rugido de Balaídos y el murmullo de aquellos que saben que, a veces,
los jugadores que más se recuerdan no son los que más tiempo brillan, sino los
que más luz dejan
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