Venancio González Iglesias, al que los amigos y aficionados llamaban cariñosamente "Capitán Veneno" nació en 1914 en Ribadavia (Ourense).
Sus padres Rosendo y María eran propietarios de una ferretería en el pueblo y él fue el último de quince hermanos, aunque no todos vivían cuando llegó a este mundo. A los ocho años sus padres le enviaron a estudiar a Vigo, con los Padres Salesianos. Allí, con once años, se hizo socio infantil del Celta. Poco después, por asuntos familiares, Venancio regresó a su pueblo para continuar sus estudios de bachillerato en el colegio de los Maristas.
Los chicos alababan las virtudes futbolísticas de Venancio que "había jugado en equipos de Vigo", es decir en los Salesianos. Así que pronto se vio enrolado en el Olímpico de Ribadavia. Cuando comenzó la década de los treinta llegó a la ferretería de sus padres un viajante de la capital y entre venta y venta le propuso a Venancio fichar por el Orense F.C.
El equipo le pagaba 25 pesetas al mes, que le servían para pagar los viajes y la comida los días de partido. El Orense jugaba el Campeonato gallego en el que participaban el Celta, el Deportivo, el Racing de Ferrol y el Eiriña de Pontevedra. Venancio corría como un gamo, centraba de maravilla y chutaba a gol con precisión. Eso le hacía subir enteros hasta el punto de ser fichado por el equipo rival orensano: el Burgas F.C. Y todo eso por 300 pesetas y 50 por partido.
Pero el Orense le había abierto ficha como profesional y Venancio tuvo que seguir en el Orense. Eso sí, le subieron el sueldo a 50 pesetas por partido. Cuando el Orense y el Burgas se fusionan, formando el Galicia, Venancio continúa una temporada más. Un encuentro entre el Celta y el Galicia, arbitrado por Escartín, sirvió para que los mandatarios del Celta se fijasen en él. Y una tarde de 1.933 cuando se entrenaba en el campo de O Xestal, se presentaron varios directivos para ver si quería fichar por el equipo azul con la cruz de Santiago al pecho.
Era el sueño de su vida, a lo que había aspirado siempre. El Celta compró al Galicia su carta de libertad por 3.000 pesetas y a él le dieron 300 de sueldo mensual.
Debutó en el Estadio Metropolitano ante el Atlético, cuando este jugaba en la Segunda División y los nervios no le permitieron hacer un buen partido. En la temporada siguiente, bajo las órdenes de José María Peña, empezó jugando como titular pero una lesión de rodilla no le permitió terminar la temporada de 1.934-35. Al finalizar el Celta le dio la carta de libertad pagándole 1.000 pesetas de las 1.800 que le debían.
Volvió a su Ribadavia querida y comenzó un duro tratamiento y a entrenarse en solitario. Recibió una propuesta para jugar en el Unión Sporting por 25 pesetas por partido más comida y desplazamientos. Realizó una estupenda campaña y al finalizar el Celta fue a buscarle de nuevo. Ya en la temporada 1.935-36 el Celta, junto con el Zaragoza, consiguió el ascenso a la Primera División. En esa campaña fue cuando el ex internacional Vega le puso cariñosamente Venancio Veneno. Porque era un veneno como futbolista, por su genio, velocidad, ilusión y amor a los colores del club.
En el conjunto vigués comenzó jugando en segunda división, pero después de un par de temporadas, el equipo logró el ansiado ascenso a primera en 1936, y Venancio fue pieza clave en el ascenso. Defendió los colores celestes por espacio de doce temporadas, hasta la 47-48 inclusive, jugando un total de 162 encuentros oficiales (99 en Primera, 49 en Segunda y 14 de Promoción).
Venancio es pura leyenda del Celta, uno de los "inmortales" del club. Formó parte del equipo que ascendió por primera vez a la División de Honor en 1936 y también jugó cuatro partidos -los últimos de su carrera futbolística- en aquella plantilla de 1948 que consiguió disputar la final de Copa contra el Sevilla en Chamartín. Vivió, por así decirlo, los dos momentos más brillantes e históricos del club vigués hasta ese momento, al margen de estar presente en los actos que se celebraron en 1974, con motivo de las bodas de oro del titular de Balaídos.